En qué consiste el síndrome de déficit atencional

Es importante que los padres y educadores estén atentos para consultar a tiempo y evitar alteraciones psicológicas en los niños.

Por Clinica Alemana ago. 11, 2015, 21:00

Temido por muchos, sufrido por otros y, según algunos, sobrediagnosticado, el síndrome de déficit atencional (SDA) no pasa desapercibido. Es el trastorno neuroconductual más frecuente en los niños y, de no ser tratado, puede tener consecuencias emocionales, laborales y económicas.

Consiste en una condición neurobiológica en que hay dificultad para focalizar la atención y mantenerla por periodos prolongados. Quienes la padecen suelen distraerse con estímulos irrelevantes, esto hace que cometan errores por falta de cuidado en las tareas y que tengan dificultades en la atención sostenida, incluso, para terminar los deberes, no por rebeldía. Además, olvidan y pierden cosas frecuentemente y les cuesta organizarse.

El doctor Marcos Manríquez, neurólogo infantil de Clínica Alemana, explica que comienza en la infancia y se caracteriza por presentar tres clases de síntomas: inatención, hiperactividad e impulsividad. Asimismo, puede ser de tres tipos: con predominio atencional, de hiperactividad/impulsividad o combinados.

Es más común en los niños, teniendo una relación de entre tres y cuatro hombres por una mujer afectada, aunque en ellas ha aumentado el diagnóstico en el último tiempo. También es frecuente encontrar algún familiar con este problema. Asimismo, puede afectar a niños prematuros y a los que hayan presentado asfixia perinatal.

Es fundamental que un neurólogo lo diagnostique y a tiempo, para evitar dificultades escolares y sociales.

¿Será déficit atencional o mal rendimiento?

Los niños que tienen SDA suelen estar distraídos en clases y, por lo tanto, no tienen buenas notas. Por eso es fundamental que un neurólogo lo diagnostique y a tiempo, para evitar dificultades escolares y sociales. Para esto, el especialista hace una historia detallada de las conductas del menor y necesita la información completa de, al menos, dos ambientes principales en que se desenvuelve el niño -colegio y casa-, para descartar otras causas neurológicas, psicológicas y psiquiátricas que puedan presentar conductas similares.

Si estos niños no se concentran, todo requiere doble esfuerzo. Tienen que ocupar más tiempo en estudiar y hacer las tareas, y muchas veces no alcanzan el rendimiento esperado para su capacidad intelectual. Esto provoca frustración y desmotivación en el quehacer escolar y se daña su autoestima.

El tratamiento se basa en tres ejes:

1. Psicoeducación familiar: requieren normas bien establecidas y refuerzos positivos, por lo que hay que fomentar los hábitos de estudio y proporcionarles un lugar tranquilo y sin distractores para hacer sus tareas

2. Terapia farmacológica.

3. Apoyo del colegio con adaptaciones en la sala, en la malla curricular y dándoles estímulos positivos y más tiempo para finalizar sus pruebas. A veces, es necesario trabajar con un equipo multidisciplinario integrado por psicopedagoga y psicólogo.

En cuanto al tratamiento farmacológico, el metilfenidato es el medicamento más usado: “Es seguro, tiene varias décadas en el mercado y un gran número de niños tratados, pero su indicación debe ser hecha y controlada por un especialista. Se asocia su consumo a drogadicción a futuro, pero es el propio síndrome el que aumenta el riesgo de desarrollar abuso de sustancias y los estudios muestran que esto disminuye en los niños que usan medicamento”, asegura el doctor Manríquez.

Si no son tratados, esto puede acarrear varios problemas. A juicio del especialista, el más importante es la repercusión en el desarrollo de la autoestima del niño. Se pueden generar sentimientos de ineficiencia en lo académico y en otros ámbitos de la vida, con rechazo al tema escolar con todas las consecuencias que esto puede llevar en el futuro.

Déficit atencional con hiperactividad

Cuando hay predominio de hiperactividad/impulsividad, al niño le cuesta mantenerse sentado, se mueve constantemente en su asiento o juega con algún objeto. También habla excesivamente, tiene dificultad para respetar turnos, contesta antes de terminar la pregunta e interrumpe frecuentemente a otros. Esto provoca dificultades en la conducta y relaciones sociales.