Tener un segundo hijo no siempre es tan sencillo como se espera. Muchas parejas que ya han sido padres enfrentan dificultades inesperadas al intentar ampliar su familia. Esta situación, conocida como infertilidad secundaria, puede generar confusión, frustración y una profunda carga emocional, especialmente cuando el primer embarazo ocurrió sin mayores complicaciones.
A continuación, te explicamos qué es la infertilidad secundaria, por qué ocurre y qué caminos existen para abordarla con información y acompañamiento.
Es la dificultad para lograr un nuevo embarazo después de haber tenido uno o más hijos de forma natural. A diferencia de la infertilidad primaria, donde la pareja nunca ha logrado un embarazo, en la secundaria ya existe un antecedente de fertilidad. Sin embargo, esto no significa que las parejas no presenten cambios que afecten la capacidad reproductiva.
Pueden ser múltiples y afectar tanto a hombres como mujeres. Algunas de las más comunes son:
Edad materna avanzada: con los años disminuye la calidad y cantidad de ovocitos.
Factores masculinos: cambios en la calidad del semen o enfermedades que afectan la fertilidad masculina.
Secuelas de partos o cirugías previas: adherencias pélvicas, itsmoceles o daño en las trompas de Falopio.
Endometriosis: puede haber progresado desde el primer embarazo.
Alteraciones hormonales: como trastornos tiroideos o síndrome de ovario poliquístico.
Cambios en el estilo de vida: aumento de peso, estrés, tabaquismo u otras condiciones médicas adquiridas.
Es recomendable buscar una evaluación médica si:
Han pasado más de 12 meses (6 meses si la mujer tiene más de 35 años) de relaciones sexuales sin protección y no se ha logrado un embarazo.
Antecedentes de menopausia precoz de madre o hermanas.
Existen cambios en el ciclo menstrual, como reglas irregulares o ausencia de menstruación.
En caso de condiciones médicas relevantes, como infecciones pélvicas, cirugías ginecológicas, endometriosis o enfermedades crónicas.
El hombre tenga alguna situación previa en que pueda afectar la fertilidad.
En la primera evaluación, tu médico te puede solicitar:
Ecografía ginecológica para evaluar el útero y los ovarios.
Perfil hormonal (FSH, LH, estradiol, AMH, TSH, prolactina).
Estudio del semen en la pareja masculina (espermiograma).
Histerosalpingografía o ecografía con contraste para revisar la permeabilidad de las trompas.
En algunos casos, estudios genéticos o inmunológicos.
Dependen del diagnóstico, y pueden incluir:
Inducción de ovulación con medicamentos orales o inyectables.
Inseminación intrauterina (IIU) si hay alteraciones leves en el semen.
Fertilización in vitro (FIV) en casos de trompas obstruidas, baja reserva ovárica, endometriosis avanzada o fallos previos en otros tratamientos.
Cirugías reproductivas para corregir adherencias, pólipos o miomas.
Cambio de hábitos de vida cuando se identifican factores modificables.
La edad es uno de los factores más determinantes en la fertilidad femenina. A partir de los 35 años, la probabilidad de embarazo comienza a disminuir de forma más acelerada, y con ella aumenta el riesgo de aborto espontáneo y alteraciones cromosómicas. Por ello, te recomendamos:
No postergar la consulta si tienes más de 35 años.
Considerar preservación de fertilidad si no se busca un nuevo embarazo en el corto plazo.
Realizar chequeos regulares y mantener un estilo de vida saludable.
Si estás enfrentando dificultades para lograr un segundo embarazo, podemos ayudarte. La infertilidad secundaria es más común de lo que parece y existen múltiples alternativas para abordarla con éxito. En nuestro equipo de medicina reproductiva, contamos con especialistas comprometidos en acompañarte con empatía, diagnóstico preciso y tratamientos personalizados.