Es normal que existan diferencias de opinión entre los integrantes de una familia. Sin embargo, cuando se transforman en discusiones frecuentes, pueden afectar el bienestar y la convivencia, e impactar negativamente en el desarrollo y crecimiento personal de los niños.
Algunas señales de alerta incluyen:
Irritabilidad constante.
Falta de interés en jugar.
Ansiedad o nerviosismo.
Problemas de concentración.
Dificultades para dormir.
Cambios en la alimentación.
En el caso de niños mayores, también es posible que asuman roles de adultos, tratando de mediar entre sus padres o brindando apoyo emocional.
Las discusiones constantes pueden dejar huellas profundas en la infancia y la adolescencia, pudiendo provocar con el tiempo:
Inestabilidad emocional.
Dificultad para expresar a los adultos sus emociones de manera adecuada.
Poca capacidad de resolución de conflictos.
Sentimientos de culpa relacionados con las discusiones.
Problemas para relacionarse con sus pares.
Percepción del conflicto como un método habitual de comunicación.
Cuidar el bienestar emocional de tus hijos es fundamental para su desarrollo saludable. Si sientes que las discusiones familiares están afectándolos, no dudes en buscar apoyo profesional.
Es positivo que los niños vean a sus padres dialogar de manera respetuosa, instancia en que cada uno pueda exponer su punto de vista y llegar a acuerdos, ya que esto les enseña a resolver conflictos de buena forma.
Cuando creas que la conversación se puede transformar en una discusión, te recomendamos:
Evitar que la discusión sea dentro del hogar.
Procurar que no ocurran frente a tus hijos.
Reconocer la presencia del conflicto y no mentir sobre la situación.
Evitar involucrar a los niños o pedirles que tomen partido.
Si estás enfrentando esta situación, es fundamental buscar ayuda profesional para manejarla de la mejor forma posible y cuidar el bienestar de tus hijos. Para mayor comodidad, puedes reservar una hora con uno de nuestros psicólogos a través de Telemedicina.