¿A quién no le ha dolido el estómago después de comer algunos alimentos? Aunque a veces puede tratarse de una molestia pasajera, si ocurre con frecuencia o mayor intensidad, podría ser señal de una reacción adversa a un alimento.
Una de las más comunes es la intolerancia a la lactosa. Que consiste en la manifestación de molestias digestivas, luego de ingerir cantidades importantes de lactosa (aproximadamente 12 gramos). Cantidad que se encuentra en una taza de leche (250 ml), en un yogurt o queso fresco, que son los únicos lácteos que consumimos en esas porciones.
La intolerancia a la lactosa no es una enfermedad, sino una condición genética llamada hipolactasia primaria del adulto. Esta variante determina la disminución natural de la enzima lactasa, responsable de digerir la lactosa durante la infancia. Suele presentarse entre los 2 y 8 años, cuando el cuerpo reduce progresivamente su producción.
Suelen aparecer entre 30 minutos a 2 horas después de consumir leche, yogurt o queso fresco. Algunos de los signos más comunes son:
Dolor e hinchazón abdominal.
Distensión abdominal, gases o flatulencias.
Diarrea o deposiciones blandas.
Náuseas o malestar general.
En muchos casos, estos síntomas se manifiestan desde la infancia y explican la tendencia a evitar los lácteos.
Es común confundir la intolerancia a la lactosa con la alergia a la proteína de la leche de vaca, pero son condiciones diferentes.
La mayoría de quienes tienen esta condición se autodiagnostican durante la infancia, al notar que los síntomas aparecen luego de consumir lácteos y mejoran al reducirlos en su alimentación.
Si los síntomas ocurren después de comer alimentos con bajo contenido de lactosa, como pizzas, tortas o quesos maduros, o lácteos como crema o helados, es probable que se deban a otras causas. Una de ellas, puede ser la sensibilidad intestinal a las grasas o aliños, y en esos casos, puede estar asociada a trastornos del eje intestino-cerebro, como el síndrome de intestino irritable o la dispepsia funcional.
Para confirmar tu diagnóstico, el médico puede indicarte:
Suspender el consumo de leche, yogurt o queso fresco durante una semana y observar si hay mejoría.
Test de hidrógeno espirado posterior a la ingesta de lactosa.
Examen de sangre o prueba genética, para identificar la mutación asociada a la intolerancia a la lactosa.
Prueba de determinación de la actividad de lactasa mediante biopsia duodenal
Esta condición se puede controlar fácilmente con cambios en la dieta, reduciendo o evitando alimentos que tienen alto contenido de de lactosa como la leche, el yogurt y el queso fresco (quesillo). Puedes reemplazarlos por alternativas comerciales sin lactosa.
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